martes, 25 de junio de 2013

Logros y desafíos de la izquierda en Nicaragua






NICARAGUA: LOGROS Y DESAFÍOS DE LA IZQUIERDA
[1]Guillermo Gómez Santibáñez
CIELAC/UPOLI
Si pequeña es la patria, uno grande la sueña.
Mis ilusiones, y mis deseos, y mis
esperanzas, me dicen que no hay patria pequeña… 

                                                                          Rubén Darío
Nicaragua es un país con una rica cultura multiétnica y multilingüe, de aproximadamente 5.6 millones de habitantes, con una economía pequeña y muy dependiente, pero que sobresale en el istmo centroamericano por su tamaño y porque además se ubica casi en el centro del continente americano, cubriendo una superficie territorial de 129.494 kms².

La historia poscolonial de este pequeño país, que se hace grande por las insignes figuras de sus hijos que le representan, como el príncipe de las letras castellanas, el poeta Rubén Darío y el General de hombres libres Augusto C. Sandino, es dramática y convulsionada.

Comparte al igual que el resto de los países de América Latina un lastre de subdesarrollo y dominación imperialista, sin embargo, contiene también rasgos que marcan sus peculiaridades; que la distinguen en su evolución del resto de los países del continente. Entre sus peculiaridades está el hecho que Nicaragua, a lo largo de su historia republicana y en posición estratégica de su geopolítica, ha luchado y resistido contra posiciones entreguistas y de subordinación de los sectores dominantes, debiendo  enfrentarse militarmente a frecuentes intervenciones armadas norteamericanas desde mediados del siglo XIX y hasta entrada la década del 30 del siglo XX.

La lucha emancipadora de Nicaragua la encabezó el movimiento de Sandino contra la intervención norteamericana entre 1927 y 1933 y en la década del 50 es retomada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, (FSLN) vanguardia indiscutible que se enfrentará a la dictadura más cruel y sangrienta de América Latina, la dictadura militar somocista.

La lucha heroica del pueblo nicaragüense, a lo largo de su historia, no ha sido más que buscar el establecimiento de un régimen democrático, construir mecanismo que garanticen procesos sociales equitativos, la conquista de la paz y la autodeterminación de la nación.

El 19 de julio de 1979, luego de 45 años de un sistema autoritario de control y de opresión, Nicaragua, con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista, nunca volvería a ser el mismo país y se convertiría en un punto de referencia para el resto del mundo. El surgimiento del FSLN, como una fuerza política de transformación social, es el producto genuino de la historia popular de Nicaragua.

En palabras del mismo Carlos Fonseca, (1981) fundador del partido FSLN:

El Frente no nació de una asamblea o de un congreso, ni lanzó una proclama anunciando su creación. Ni tampoco presentó un programa. En el Frente primero fue la acción y en base a sus primeras experiencias se fue formulando y reformulando, su programa, su estrategia y su táctica.

El Frente Sandinista surgió abriéndose paso en medio de las tiniebla impuesta por la clase explotadora. Inspirándose en el dolor y la miseria padecidos por los actores populares, quiere rescatar las más nobles tradiciones de la colectividad nicaragüense, no limitándose a evocarlas con palabras, sino a revivirlas en la acción, aunque ello signifique atravesar las más duras pruebas

En la visión de Carlos estaba:

El Frente Sandinista, a la cabeza de las masas populares de Nicaragua, se sacrifica, no por alcanzar una mezquina migaja para el pueblo, sino por lograr una radical transformación social y nacional.

El Frente sandinista resultó de la integración del movimiento revolucionario y de la bandera libertaria de Augusto C. Sandino. Formaron sus filas, jóvenes de secundaria, universitarios, campesinos y obreros, quienes dieron su heroica lucha contra un Estado oligárquico. Esta lucha, que constituyó un sangriento conflicto armado contra Anastasio Somoza Debayle y su guardia nacional, tuvo como telón de fondo la debilidad de clase de las fuerzas políticas burguesas de oposición y el carácter bipartidista de la dictadura que finalmente se vio forzada a hacer alianza con el movimiento revolucionario para colapsar el sistema y provocar el derrumbe de una dictadura que se había ido contra la misma sociedad. (Torres, 2011)

La década de los setentas marca una ruta distinta en la acumulación de problemas sociales en Centroamérica; Nicaragua forma parte de los procesos insurreccionales que lucha contra regímenes dictatoriales de origen militar. La burguesía no busca el consenso nacional; más bien opta por un camino más violento: el de las dictaduras militares, esto con el fin de mantener las formalidades legales en defensa de una supuesta democracia.

Al nivel político, que es el escenario donde se desarrolla la crisis, tiene como despliegue la insurrección de las clases populares, que por la vía armada, extremadamente violenta, buscan reivindicarse como sujeto político en la historia.
Desde la teoría de la transición se explica la constitución de un fenómeno nuevo; las dictaduras militares crean las condiciones y los escenarios para el surgimiento de procesos democráticos tutelados. El enfoque principal se centra en relevar los factores institucionales y considerar las democracias occidentales del mundo desarrollado como su horizonte normativo. Desde una perspectiva liberal democrática, sustentada por una libertad individual y por una igualdad político-jurídica se simplificó la democracia y se le confirió validez bajo un concepto unidimensional y elitista de sello schumpeteriano, alimentado por la idea de poliarquía de Dahl. Se resignificó entonces la democracia como “democracia electoral” cuyos actores polítcos relevantes lo constituyeron las élites, los gobiernos y los partidos; se tarta de la democracia minimalista. (Gómez, 2011)

En el año 1990 el Gobierno revolucionario liderado por el Comandante Ortega y el FSLN, convoca a elecciones libres y democráticas en Nicaragua; luego de los acuerdos de paz para Centroamérica conocidos como Esquipulas II.  El Frente Sandinista había obtenido una victoria militar, en una guerra de baja intensidad con la “Contra”[2] revolución, pero obtuvo una derrota política al perder las elecciones ante la Unión Nacional Opositora (UNO) que ascendía a su candidata, la señora Violeta Barrios de Chamorro, a la presidencia de Nicaragua. La paz en Nicaragua no se consiguió bajo una victoria militar por parte del Ejército sandinista, ni tampoco por la amenaza de la Resistencia Nacional, sino por la imperiosa necesidad de replantearse la estrategia de la guerra, dado que la paz era condición de gobernabilidad y el escenario político y económico de Centroamérica, como punto geopolítico y su correlación de fuerzas estaba cambiando. El gesto del Comandante Ortega, de convocar a elecciones fue un paso sustantivo para estabilizar el país y entrar en un camino de paz que iría abriendo surcos, en un proceso paulatino hasta el presente.

Luego de 16 años del Partido Liberal Constitucionalista en el Gobierno, en diciembre del año 2006 el FSLN retorna al Poder, bajo el lema: “El pueblo presidente”, inaugurando un plan de Gobierno y una estrategia que marcaría una segunda etapa de la Revolución. El objetivo era poder completar su agenda social inconclusa por la guerra de los años 80 y por la pérdida de las elecciones en 1990.

La Revolución Popular Sandinista tuvo como objetivo un cambio en el modelo económico y social del país, apuntando hacia una democracia verdadera, popular y real, con un sistema de economía mixta que permitiera alcanzar la justicia social y la verdadera libertad del pueblo nicaragüense.

La inauguración de la administración Ortega en este nuevo periodo (2006-2016) tiene un giro social con doble intención: por un lado está aliviar la pobreza a través de sus programas emblemáticos: Hambre Cero, Usura cero y Desempleo Cero y por otro lado, está la intención de restablecer el protagonismo del “Estado de Bienestar” focalizado en el acceso y gratuidad de la salud y de la educación.

La historia de la izquierda en Nicaragua no es más que la historia del propio Frente Sandinista que abraza el legado libertario de Sandino, todo en función de la restitución de los derechos fundamentales de los sectores más desposeídos y excluidos de la sociedad.

El FSLN no ha perdido su visión, ni su ideario revolucionario heredado por Sandino. Ahí radica el sentido de su identidad y el soporte de su ideología; pero ha tenido que situarse en un nuevo contexto social, político y económico. En un escenario mundial unipolar, fragmentario, globalizado y neoliberal; identificando nuevos actores sociales y políticos, nuevos problemas y nuevos enemigos. Ha debido de implementar ciertas reingenierías hacia su estructura partidaria de base, buscando recuperar y recomponer su  base social y rearticular su poder político ante las nuevas demandas del pueblo. El FSLN se ha reinventado en su base juvenil, sus nuevos cuadros suman por miles y miles a los jóvenes; en su gran mayoría, hijos, nietos, parientes y primos de combatientes históricos, que han reconocido el relevo generacional y se han dado a la tarea de dar lo mejor de sí para transmitir su experiencia revolucionaria, pero sobre todo, su mística combativa.

El Comandante Daniel Ortega, candidato del FSLN, bajo la alianza Unida Nicaragua Triunfa fue reelegido en diciembre del 2012 como Presidente de Nicaragua, con un 62.6 %, obteniendo también mayoría en la Asamblea Nacional con 62 diputados propietarios. Parafraseando las primeras palabras de Ortega ante la nación, luego del triunfo electoral: “Este triunfo no nos debe poner arrogantes y creer que podemos hacer lo que se nos ocurra, sino que ante todo, debemos ser humildes y buscar el consenso para sacar adelante a Nicaragua”.

Ante un mundo del ciudadano que se fragmenta y pierde los espacios de solidaridad e igualdad; los desafíos imperiosos de la izquierda en Nicaragua, representada en un partido popular y de amplias mayorías como es el FSLN, tiene tres componentes vitales, tanto para su articulación social y política, como para construir el camino hacia una sociedad más justa y tolerante: el desarrollo económico, la participación ciudadana y la solidaridad social.


Bibliografía

1.    Torres, Rivas Edelberto (2011) Revoluciones sin cambios revolucionarios. F y G Editores, Guatemala
2.    Martí y Puig, Close David (eds.) (2009). Nicaragua y el FSLN ¿Qué queda de la revolución? Ediciones bellestera, Barcelona
3.    Sader, Emir (2009) El nuevo topo. Siglo XXI editories CLACSO Coediciones, México
4.    Gómez, Santibáñez Guillermo (2011) Cultura de paz y reforma democrática de la institucionalidad de Nicaragua. Fundación Friedrich Ebert, CIELAC/UPOLI.
5.    Mallo, Reynal Susana (2006). La izquierda en el cono sur- Análisis comparado: Brasil, Argentina y Uruguay- Revista universidades. Número 31 páginas 55 – 89.




[1] El Autor es teólogo, profesor de Sociología Jurídica, filosofía y Cultura de Paz en la Universidad Politécnica de Nicaragua. Es Director del Centro Interuniversitario de Estudios Latinoamericanos y Caribeños CIELAC/UPOLI
[2] Es el nombre dado a los diferentes grupos insurgentes opuesto al gobierno del Frente Sandinista armados y entrenados por los Estados Unidos en la década del 80

martes, 18 de junio de 2013

Forjadores de paz






 Texto: Forjadores de paz para estudiantes de Cultura de paz
Autores: Guillermo Gómez S. y Tomás Téllez R.

Capítulo I:   El paradigma de la Paz

1.      La construcción de la paz

En el año 1999 se lanzó en la Haya una campaña mundial de educación para la paz que tuvo dos objetivos fundamentales: Primero, obtener un reconocimiento público y un respaldo político que hiciera posible que se introdujera el tema de la cultura de paz en todas las esferas de la educación. Segundo, formar promotores de Educación para la paz para que sean constructores de paz activos y directos. Esta iniciativa fue de una enorme relevancia; sobre todo porque vivimos en medio de climas sociales y culturales generadores de conflicto y violencia, por lo que la capacitación de educadores para la paz contribuye a crear una reserva ética en nuestras comunidades, garantizando actores multiplicadores en el desarrollo de una cultura de paz.
La iniciativa y el esfuerzo por construir un paradigma de Cultura de paz, a partir de una plataforma mundial, tiene tres componentes: a) la investigación para la paz; es un eje epistemológico que parte de la producción de conocimiento científico, con el fin de poder encontrar categorías de análisis científico sobre el tema de la guerra y la paz. b) la acción por la paz; tiene que ver más bien con una categoría política, en el que los activistas por la paz buscan mayores niveles de incidencia para revertir procesos de conflictividad social, denunciar posiciones violentas y presentar alternativas de transformación de conflictos. c) educación para la paz; este componente es condición fundamental para lograr los objetivos de una cultura de paz. La razón es bien simple: la Cultura de paz no es posible construirla sin una educación para paz. La educación trabaja con los referentes culturales y valóricos de la sociedad y posee un carácter intencional; lo que significa que los sujetos educativos son orientados hacia sus opciones y prácticas. En este sentido, el educador para paz es un facilitador que ayuda a organizar a las personas a partir  de sus conocimientos y valores para producir cambios cognitivos y actitudinales.

1.1. La paz es el camino

Para muchos la paz es como la meta hacia la cuál aspiramos todos los seres humanos; es como un ideal que soñamos se vuelva realidad en un futuro que no sabemos cuándo llegará. El mismo concepto tradicional de paz se ha vuelto un problema porque precisamente revela, en  nuestra definición, su sentido negativo: la ausencia de violencia directa; la paz como ausencia de guerra, como acuerdos de Estados para evitar los conflictos. Esta concepción de paz en el fondo es sospechosa de justificar cualquier violación de los Derecho Humanos, de la pobreza y de la desigualdad social. La violencia no sólo es agresión física directa, sino que pueden existir otras maneras menos perceptibles de violencia igualmente destructivas.
Es por eso que se hace necesario superar el concepto negativo de paz, donde la paz positiva se entienda como construcción de la justicia social (Glatung) que reconfigure una noción holística de paz, y que impliquen las experiencias humanas de la justicia, la igualdad, la democracia, la ciudadanía y los derechos humanos. La paz ya no debemos verla como algo que se espera a futuro, tampoco  como una cuestión que debe discutirse en las altas esferas gubernamentales. La paz es un evento dinámico, un proceso en acción que se construye con la participación y el aporte de toda una comunidad social. 
La noción de paz que occidente heredó tiene una tradición grecolatina y judeocristiana de una enorme riqueza. Sin embargo, la riqueza de la noción de paz, construida bajo esas cosmovisiones, fue de algún modo vaciada de su significado social y político en los procesos civilizatorios y transculturales que vivió el continente europeo posterior a la caída del Imperio romano. El concepto de paz se privatizó entonces subjetivando su sentido en el uso corriente del término.
La palabra paz en sus distintas cosmovisiones es comprendida como un evento colectivo y comunitario, la fuerza de su acción se enfoca en un movimiento capaz de articular las relaciones sociales en bien de la Verdad y de la Justicia. No es posible la paz sin estas dos condiciones. Pero la paz, también trasparenta el conflicto y la agresión, ellos son componentes dinámicos y dialécticos de las relaciones sociales y no pueden ser negados ni ocultados; ellos son parte de la naturaleza humana y se constituyen en elementos vitales de la experiencia humana y de su aprendizaje.
El ser humano convive cotidianamente con el conflicto y la agresividad; y existe la tendencia a asumirlos como una realidad opuesta a la paz personal y social. Cuándo el discurso de paz cae en el idealismo de la paz o por el contrario, estigmatiza el conflicto y hace una apología del perdón y del amor, sin pasar por la verdad y la justicia: tanto el conflicto como la agresividad se vuelve caras opuestas de la paz. El Conflicto se convierte en algo indeseable o simplemente resignable y la agresividad en agresión o violencia. La agresividad, desde la concepción Freudiana se define como una fuerza vital, necesaria en cada persona para poder superar los obstáculos, pero también para conquistar la voluntad y expresar las energías en los aprendizajes colectivos. En el esfuerzo humano por construir la paz y promover una cultura de paz, es importante desaprender los mecanismos y hábitos que nos han enseñado a solucionar los conflictos por la vía violenta, para transformarlos en oportunidades aprovechables donde pueda mediar el acuerdo, el diálogo, rechazando la agresión.
La frase atribuida a Ghandi: “No existe camino  para la paz, la paz es el camino”, nos indica que en el empeño de la lucha por la paz hay un elemento metodológico fundamental; que en el núcleo mismo de la paz como un fin, están los medios como embriones de los fines, como posibilidades auténticamente arraigadas en los fines para construir la paz mediante acciones no-violentas. La paz no es algo hacia el cual vamos en conquista, sino un proceso en acción que construimos juntos, con la participación de todos. La búsqueda del mayor bienestar de todos, de sus necesidades más básicas; que abogue por la superación de la injusticia social, se convierte en desarrollo, y cuando la cultura, a través de sus diversas manifestaciones simbólicas, legitima la violencia directa y la estructural, entonces estamos frente a la violencia cultura; lo que significa que debemos construir la alternativa de la Cultura de la paz.

1.1    Las etapas de los estudios para la paz

Sobre la historia de la conquista de la paz, quiero mencionar brevemente tres etapas fundamentales (Noemí 1993).
La etapa de cristiandad en que predomina un discurso religioso que llega hasta el siglo XV. El discurso de esta época está condicionado por el eirene griego negativo y el shalom semita positivo. Para los griegos la guerra es una necesidad impuesta por los dioses, donde la paz (eirene) es correlativo a guerra (Polemós) y la paz sería la interrupción que hacen los dioses de la situación de guerra. En la mitología griega, la Batalla de los Titanes o la Guerra Titánica (Titanomaquia) es una serie de batallas libradas entre las dos razas de deidades: los Titanes luchando desde el monte Otris, y los Olímpicos que llegarían a reinar en el monte Olimpo. La Teogonía atribuida a Hesíodo es un relato fabuloso que da cuenta del origen de los dioses, su naturaleza, sus pasiones, sus poderes, y el papel que juegan en la jerarquía de divinidades, entre los que se distinguen dioses eternos y dioses engendrados. (Gómez, 2007). Por otro lado, el sentido positivo de la paz nos viene de la tradición semita, donde la palabra Shalom tiene su raíz en la existencia del mismo Yavé (Jc. 6,24; Yavé es paz) que define la esperanza de Israel como fin y destino en un reino de paz (Is. 11,6) y donde la paz es un principio que abarca todo el universo (Os. 2,20). Desde la perspectiva cristiana la concepción de la paz se transmite bajo la visión del Tikún Olam; la restauración del mundo y su dimensión religiosa es tal en tanto su predicación se corresponde con  la confesión cristológica: “Cristo es nuestra paz” (Ef. 2,14).
La etapa de la una visión y consideración política de la paz, que abarca desde el siglo XVI hasta comienzo del siglo XX. La paz es considerada como un imperativo que debe regir las relaciones internaciones y se desarrolla paralelamente al surgimiento del espíritu positivo moderno que soñó con una “paz eterna entre los hombres”.
La etapa de los Estudios para la Paz (peace research). Desarrollada en pleno siglo XX, a partir del peligro que representa la bomba atómica y la responsabilidad ética del desarrollo científico. Un conglomerado de científicos interdisciplinarios (matemáticos, físicos, químicos, sicólogos, politólogos y sociólogos) son convocados en torno al tema de la paz. Esta etapa, cierra con los aportes extraordinarios de J. Galtung (1993), en la segunda mitad del  siglo XX, para quien la paz es ausencia de violencia de todo tipo; “la lucha por la paz es la lucha pacífica por reducir la violencia; los estudio sobre la paz son la exploración científica de las condiciones pacíficas para reducir la violencia. Los estudio sobre la paz constituyen una ciencia social aplicada, clara y explícitamente orientada por valores”. Se trata entonces de ampliar los aporte de investigación sobre la paz para dar un giro de una cultura de la violencia a una cultura de la paz; o como lo llama Knight (2003), de una cultura de reacción a una cultura de prevención antes que ocurran los conflictos.
Como corolario podemos decir que la paz exige la superación de los niveles de desigualdad y exclusión social y de una integración activa en los procesos de desarrollo y de satisfacción de las necesidades básicas de las personas. Esto hace que se rompa el triangulo de la violencia, directa, sistémica y cultural señalado por Galtung, para quién “la paz es un estado al interior de un sistema o grupo más grande de hombres o de naciones, en las cuales no se da ninguna amenaza o aplicación organizada y colectiva de violencia” (Noemí, 1993)
Los resultados sobre los estudios para la paz al que han llegado los estudios interdisciplinarios no pueden quedarse en mera información y reflexión y a la que tenemos que adherirnos, sino que ello demanda de toda la comunidad científica, en todos sus niveles, y de la sociedad civil un real compromiso por la superación de la violencia como respuesta del conflicto, la creación de políticas de construcción de paz.

1.2    Los discursos sobre la paz

Son muy diversos los discursos que a diario oímos sobre la paz. La paz, como palabra y concepto no es un término neutro, ella surge de situaciones concretas de temor y angustia cuando vemos amenazada nuestra estabilidad y la convivencia humana. La paz ya no es entendida como ausencia de guerra o de violencia, ella adquiere un sentido más holístico, cuyo significado ha evolucionando hacia un carácter integrador de estado de bienestar y seguridad que involucra el respeto a los Derechos Humanos, la protección al medio ambiente y la satisfacción de la necesidades básicas en materia de alimentación, vivienda y salud
La paz es una palabra que no deja de estar presente en todos los discursos, ella se deja sentir de una u otro manera cuando se trata de buscar el entendimiento humano. La paz es una palabra que se reinventa constantemente, que atraviesa todas las fronteras culturales y que es transversal a los valores humanos.
Hay una tradición del pensamiento occidental que nos enseñó que pensar en la paz era pensar en la guerra y en la violencia. Hubo un periodo en que los estudios para la paz estaban unidos a los estudios sobre la guerra, al menos así se halla en los estudios clásicos de Karl von Clausewitz, que define la guerra como “un acto de violencia que intenta forzar a nuestros oponentes a que cumplan nuestra voluntad”. Luego llega a decir que la “guerra es la continuación de la política por otros medios”. Otros estudios como los de Quincy Wright, han llegado a afirmar que la guerra ha sido una aventura necesaria y un instrumento útil y un procedimiento legítimo de nuestra existencia.
La guerra no ha sido más que una burda expresión de los Estados soberanos y del conflicto de sus grupos políticos. Nunca ha sido una expresión de la verdadera voluntad popular.
La historia de la palabra paz nos puede dar  algunos indicios  de su carga de sentido en la cosmología social de nuestras civilizaciones. Veamos brevemente esto:
Los griegos usaban la palabra eirene para referirse a la paz, hacían con ello alusión a la diosa de la paz que se hace acompañar de las hermanas Justicia y Equidad encargadas de custodiar la ciudad dentro de un grupo cuando vive en armonía y justicia entre sus miembros. Lo contrario a esto es la discordia, la ruptura de la armonía que provoca la guerra (stásis).
En la tradición romana está la idea de pax y que tiene tres características: primero como ausencia de guerra (absentia belli), referida a la violencia organizada entre Estados o países, con lenguas, religión e ideología propias. Esto se define como paz externa. Luego las disputas entre clases, razas, grupos territoriales, que desafían el gobierno central, definida como la paz interna o social. Segundo, la paz romana encierra la idea de pacto: pacta servanda sunt; acuerdos entre dos o más partes y en el que se establece que estos acuerdos o tratados internacionales deben cumplirse. En el derecho romano el pacto produce concordia garantizada por la ley. Tercero: sivis pacem para bellum, “si quieres la paz prepara la guerra. La paz es reforzada ante cualquier agresor a partir del discurso de la guerra.
En la tradición hebrea la palabra para paz es shalom  y hace referencia a un pacto entre Yavé y su pueblo para producir justicia y prosperidad. En la tradición cristiana la teología del pueblo elegido se universaliza e integra el concepto de eón nuevo bajo un nuevo orden (Basilea) o Reino de Dios y bajo una nueva ética. San Pablo, el apóstol misionero a los gentiles utilizará el término Reconciliación (katallagé) para referirse al acto de unir a los pueblos separados por medio del evento de la cruz, que es perdón y gracia.
La paz entonces ya no es más ausencia de guerra y de conflicto, sino, desde una perspectiva positiva, la paz es un conflicto dinámico que requiere ser desaprendido de su vieja visón y re-aprendido desde una visión nueva. La paz, en términos positivos es justicia y armonía social. La paz es un fenómeno amplio y complejo que nos exige una comprensión multidimensional, que hace referencia a tres conceptos íntimos: el conflicto, el desarrollo y los derechos humanos.
Una aproximación a la definición de la paz positiva, nos permite decir que la paz auténtica es la que oponiéndose a la guerra, realiza también todos los esfuerzos por disipar toda discriminación, violencia y opresión que obstaculizan el desarrollo integral de las personas en su dimensión social.
Tres discursos sobre la paz
Ante tanto miedo y soberbia humana, que nubla nuestra inteligencia y capacidad de discernimiento, la palabra paz no sólo se ha vuelto plurivalente y equívoca, sino que despierta sentimientos y emociones que no logran ver con claridad el horizonte y se frustran.
Veamos, en un breve repaso, alguna de las tipologías o tendencias de los discursos sobre la paz, que sin excluirse uno de otro, se entremezclan a veces en un mismo emisor.
Existe un tipo de discurso sobre la paz que tabuiza la violencia. Este tipo de discurso está bien representado en la justificación de los militarismos institucionalizados y agrupados bajo la doctrina de seguridad nacional en el Estado de Derecho. El tema de la paz se parcializa circunscrito a la esfera del Derecho Internacional y de los intereses de la exterioridad del orden público. Luego del S-11 de Nueva York se defiende la inflexibilidad de la globalización por la guerra antiterrorista. Esta lucha, la impone Buch II y el Departamento de Estado y se interpreta como un exorcismo debido a que en todas partes  ve la cara del diablo (the devil´s face). Desde el punto de vista jurídico-político se trata de la transformación del Estado de Derecho, que se encuentra en continuidad con la doctrina de seguridad nacional. De acuerdo a ciertas teorías como las de Arendt estamos frente a estados totalitarios que no necesitan censuras de prensa debido a que los principales aliados de estas estrategias antiterroristas son los burócratas privados quienes detentan el poder de los medios de comunicación. La doctrina de seguridad nacional se está incorporando lentamente en el Estado el Derecho y es eco del S-11 N.Y. como su pretexto. Su método tradicional son las torturas y las desapariciones. Un dato novedoso es el sistema empleado por las tropas norteamericanas que operaron en la guerra de Irak, que realizaron torturas por un outcoursing estableciendo un subcontrato o tercerización con los aliados para tal fin. (Hinkelammert, 2007). Situaciones como estas son a las que el Papa Pablo VI llamó “insidias de una táctica de pacifismo”. (Mensaje del día de la paz, 1968).
Un segundo tipo de discurso es el romántico o de ataraxia (ausencia de turbación) que se abstrae de la realidad y sus conflictos sociales y asume el tema de la paz como intimista y pacifista, buscando como privatizar la paz y  evadir el conflicto. Aunque este sea un tema más práctico que teórico, no ha dejado de tener un amplio sector de adeptos, sobre todo en el ámbito religioso como producto de una mala interpretación de la actitud aparentemente pacifista de Jesús.
Un tercer tipo de discurso sobre la paz es el de la superación de la fuerza, el que no contrapone la paz a la fuerza, sino a la guerra y a la violencia negativa. Es la fuerza del Ahimsa (No-violencia activa) y del Satyagraha (fuerza de la verdad) de Gandhi y Martin Luther King, que de acuerdo al primero, la consideró la fuerza más grande que existe a disposición del género humano. La unión del Ahimsa; una actitud de renunciar a matar y a dañar a los seres humanos por medio el pensamientos, la palabra y la acción y del Satyagraha, técnica de lucha política que consiste en negar la obediencia a determinadas leyes consideradas injustas, se convierten, según Gandhi, en una de las armas más poderosas y sofisticadas del ingenio humano para conseguir la libertad y la igualdad entre los seres humanos. Ese tipo de discurso, basado en la superación de la  fuerza, es el que ha tenido mayores y mejores resultados en la historia de la paz como problema humano.

1.3    La paz en una sociedad globalizada

Los tiempos que nos corresponde vivir, están signados por transformaciones aceleradas, acompañados de un recrudecimiento de la violencia en distintos niveles. Desde el 11-S-NY, (atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York))la doctrina de la Seguridad Nacional, propiciada por los Estados Unidos, ha sido relanzada en estrategias diversas y se ha apoderado de los Estados nacionales e implementadas con aprobaciones de leyes antiterroristas y sistemas de seguridad, tanto público como privado.
A partir de aquí se generó un vivo interés por dar una respuesta nueva al tema de la guerra y la paz. Una serie de enfoques positivos sobre la construcción de la paz dieron como resultados nuevos conceptos, teorías y actividades, orientados a crear cambios sustantivos en las relaciones, organizaciones, comunidades y otros sistemas humanos, con el fin de diferenciarse de los enfoques centrados en los problemas.
Un elemento que condiciona los enfoques positivos es el que nos proporciona la doctrina del constructivismo social, que presenta una relación  directa entre imagen positiva y acción positiva, y donde se afirma que en todos los sistemas humanos hay elementos que funcionan bien o que lo san hecho en el pasado. Esta doctrina no se centra no en lo que ha ido mal en el pasado, sino en las posibilidades de producción de cambios subrayando la visión y creación de una imagen positiva del mundo. (Martinez, 2008)

Mientras los Estados nacionales continúan preparándose para la guerra, sin cambiar su lógica del conflicto y cuya solución sería la confrontación bélica para conseguir la paz, muchos movimientos por la paz se organizan y toman iniciativas bajo la forma no-violenta, liderados por voces como la UNESCO, que propone estrategias en  las que junto con fomentar la paz se debe buscar al mismo tiempo el desarrollo económico y social sostenible y equitativo, como elemento fundamental para construir una cultura de paz.
No han sido pocos los filósofos, científicos y educadores que han reflexionado y contribuido, desde sus fronteras propias, al tema de la paz. Luego de dos guerra mundiales, occidente, se ha visto en la urgente necesidad de tomar medidas y provisiones frente a la idea de desarrollo linear de la historia y a la idea también de que el progreso y la tecnología han favorecido el olvido del imperativo de la paz.
El tema de la paz es hoy por hoy un debate político central, sobre todo porque el peligro de una hecatombe nuclear es cada vez más próxima. La globalización, con una cultura bélica, su disipación de fronteras, los procesos migratorios, la transculturalidad, la economía social de mercado, la era de la digitalización de la información y la comunicación, empujan, cada vez más por razones éticas, a una conciencia universal que busca imperativamente la paz de los pueblos. Mientras en los tiempos de la guerra fría se instauró el equilibrio del terror (Mayor, 1994), que ponía el miedo al conflicto bélico como si al producirse éste fuera el último, sin vencederos ni vencidos, sin victoria ni paz; la globalización ha radicalizado el problema haciendo más complejo. La lógica de cultura bélica ha hecho que el otro sea una amenaza latente y la diversidad cultural no sea vista como pluralidad, sino como una justificación del odio xenofóbico. Las alianzas entre países, y principalmente de las potencias mundiales, tiene la intensión de buscar la seguridad nacional bajo el esquema de la guerra y la protección, ante la amenaza de perder el control y el acceso de los recursos naturales como el petróleo, minerales que sirven de materia prima a los países industrializado, y el recurso al agua, que es otro de los temas que se constituirá en un factor de serios conflicto a nivel internacional.
 Por esta razón son muchos los movimientos antimilitaristas, ecologistas y antirracistas que se organizan bajo proyectos comunes y acciones comunitarias, solidarias y de resistencia para salvar el planeta. La construcción de la paz es un desafío y una tarea que según Panikar 2006) debe cruzar armónicamente culturas, religiones y lenguas.
La lucha por la paz debe ahora traducirse en acciones y compromisos concretos, con enfoques positivos que produzcan cambios reales y nuevas relaciones sociales e internacionales. Las declaraciones firmadas por los Estados nunca han sido una solución definitiva al problema de las confrontaciones bélicas. Los tratados de paz y los acuerdos para el desarme entre los países con carrera armamentística han sido estrategias políticas engañosas que se acatan pero no se cumplen pues están en juego intereses económicos trasnacionales multimillonarios.
Sobre esta compleja realidad Galtung (2004) refiriere que: “…el conflicto es obvio en la sociedad pero no lo es la violencia, ni por tanto las guerras; es precisamente el fracaso en la transformación del conflicto lo que conduce a la violencia. Frente a ella la paz es la capacidad de manejar los conflictos con empatía, sin violencia y con creatividad, que permita ir más allá de las estructuras mentales de las partes en conflicto, abriendo vías antes inexistentes de plantear la relación social en la formación del conflicto”.