martes, 3 de junio de 2008

Biblia y ciencia


Biblia y Razón


Guillermo Gómez Santibáñez


Son varios los intentos que se han hecho y se siguen haciendo hasta hoy para explorar el mundo de la Biblia y establecer las relaciones entre los hallazgos arqueológicos y las narraciones que se encuentran en los textos, buscando así su concordancia o contradicciones con las verdades científicas.

Desde finales del siglo XVIII, cuando los exegetas, principalmente de tradición protestante, comenzaron a insistir en la estructura gramatical de los textos, para situar un texto en su contexto, se han hecho importantes progresos como las teorías de las fuentes, la historia de las religiones, y el método histórico crítico.

Este camino no ha sido fácil para la investigación científica en el terreno bíblico y ha estado siempre lleno de obstáculos en el camino. Dentro de la Iglesia, la controversia moderna despertada por Loisy, al separar al Cristo de la fe del Jesús histórico creó un muro de contención para los nuevos estudios bíblicos y todos los proyectos de los exegetas.

Para el año 1943, sin embargo, habrá nuevas noticias para la ciencia bíblica; la encíclica Divino afllante Spiritu, promulgada por Pío XII reconocerá el significativo aporte de la crítica moderna a la enseñanza tradicional, abriendo de este modo la puerta de par en par a la exégesis científica. Será entonces cuando la arqueología, la crítica textual, la crítica de las fuentes y la crítica de la formas reciben carta de ciudadanía en el proceso de aportar nuevas luces al sentido de la Escritura.

Un salto cualitativo se dará en el avance investigativo en las ciencias bíblicas cuando durante los años cincuenta se entra en una nueva fase en los estudios bíblicos con la crítica de la redacción y que el Concilio Vaticano II aprobará en su constitución Dei Verbum para el uso los métodos exegéticos en el estudio de la Biblia.

Deseo aproximarme con estas reflexiones a una posición más justa de la relación Biblia (fe) y Razón (ciencia), sin pretensiones de presentar verdades absolutas acerca de un tema complejo como lo es la ciencia Bíblica.

1. La Biblia contiene y afirma verdades de fe y no verdades científicas. Sobre esto, el libro clásico de Keller “Y la Biblia tenías razón” (que pude leer en la década del 70 con gran curiosidad) es un gran esfuerzo de investigación arqueológica para demostrar empíricamente que los relatos bíblicos gozan de respaldo científico, y por lo tanto son verdaderos, sin embargo, independientemente al veredicto científico, la fe bíblica, por su naturaleza religiosa, no se apoya, ni requiere hacerlo, con verdades demostrables empíricamente para tener validez.

La ciencia teológica, y con ella los estudios bíblicos, hacen uso del instrumental científico, no para hacer sus formulaciones de fe (dogmas), desde premisas científicas, sino para poder arribar, con un cierto nivel de racionalidad, a las verdades de fe reveladas por el misterio divino y contenidas en el texto bíblico (Escritura).Dicho de otro modo; el ser humano es agraciado e interpelado por la Palabra de Dios y se le otorga la fe como don divino, pero como hombres y mujeres interpelados y agraciados, participamos en el conjunto de ese proceso de manera que se trate de un acontecimiento o de una palabra que ha de ser aceptado y entendido por nosotros. Con la fuerza o con la luz que podemos llamar nuestra inteligencia del ser o también nuestra razón, damos cuenta de la realidad, en virtud de la cual podemos percibir y entender el misterio, que en su revelación (manifestación) nos sale al encuentro. El ser humano busca entenderse en su fe y también entenderla a la luz de la inteligencia del ser o de la razón. Esto es un privilegio dado a los seres humanos, que el resto de los seres irracionales no posee.

Aquí es preciso detenernos un poco para aclarar un punto fundamental; la metodología científica de las ciencias positivas se basa en dos componentes principales interconectados: la verificación experimental y la ley universal; pero ¿cómo se aplica este método en la Teología? Las disciplinas científicas parten de observaciones empíricas, induciendo de ellas determinadas leyes universales o principios evidentes para arribar a conclusiones de enunciados, orgánicamente elaborados y en la que la validez de la hipótesis debe ser verificada o comprobada. En el método científico un principio es tanto más evidente cuanto mayor sea la verificación a que pueda ser sometido para comprobarlo. En teología el criterio de verificación no puede estar relacionado con la experiencia empírica, como en el caso de las ciencias positivas ¿Por qué?, simplemente porque Dios no es verificable empíricamente. Para saber si Dios existe o es real, no necesito someter la realidad Dios, a una medición científica para llegar a conclusiones falsas o verdaderas y descartarlo como hipótesis. El misterio divino no funciona así, el es inobjetivable, inmensurable. Antecedentes sobre esto son los debates teológicos del medioevo, cuyos argumentos giran en torno a la idea filosófica de Dios y la demostración de su existencia.

Cuando se habla de ciencia teológica, no estamos haciendo referencia a las categorías empíricas de las ciencias positivas, sino más bien estamos cerca del concepto propio de la filosofía. En filosofía, los principios evidentes que la fundan son las verdades fundamentales de toda realidad y por lo tanto de todo conocimiento de la realidad (la ontología: ciencia del ser y la epistemología, ciencia del conocimiento, son parte constitutiva de la filosofía). El principio de contradicción (nada puede ser y no ser al mismo tiempo) y el principio de causalidad (todo efecto tiene su causa proporcional) en la filosofía, son premisas para hacer evidente o corregir el proceso deductivo de una realidad en su certeza. En la Teología, los principios evidentes no son los asimilados por las ciencias positivas, y por la filosofía, sino las llamadas fuentes de la revelación: Escritura y Tradición. Estos son los principios evidentes que constituyen la validez del razonamiento teológico. Pero ¿cómo pueden la Escritura y la Tradición ser principios evidentes para demostrar una verdad? Es aquí donde es necesario precisar el punto en cuestión, porque no sólo el autor del texto que interpelo, sino muchos otros, caen en la misma afirmación de falsación; que la Biblia es producto de la imaginación y una apología al fanatismo religioso. Señalemos dos asuntos muy simples: creo que nadie se atrevería a viajar al medio oriente para decirles a los árabes, o a los judíos, que el Corán y la Tenaj (nombre que recibe la escritura hebrea) es un invento de fanáticos y un relato de ociosos y por lo tanto es falso. Primero, lo vuelan en pedazos, y enseguida lo exhiben por todo el mundo, porque afirmar lo anterior significa no sólo una afrenta a su Dios, sino una negación de su propia historia, de su memoria colectiva, de sus tradiciones. El celo religioso del pueblo islámico y judíos se sustenta, no en el fanatismo (según la idea religiosa occidental), sino en el temor reverencial y en el asombro. En la tradición islámica y judía, alimentadas de una misma fe abrahámica, Dios es una realidad muy concreta, no es una idea abstracta, discurrida y deducida de un contructo racional, y por lo tanto objeto de una afirmación o negación. Dios es realmente aquello a lo que Escritura y Tradición hacen referencia, y los actores de la trama sagrada ven realmente eso mismo que Dios es (visión beatífica, según Tomás de Aquino), de tal manera que Escritura y Tradición son fuentes que garantizan la realidad de Dios como principios evidentes y esto por analogía a los principios de la física, cuyas conclusiones garantizan los resultados de la física por deducción de una operación matemática. Creo que se da una cierta confusión cuando aplicamos a la teología el concepto de verificación, como es entendido en las ciencias positivas. En las ciencias, los nuevos hechos descubiertos pueden concluir en nuevas verificaciones, cambiando ciertos principios científicos, pero en Teología los principios nunca pueden ser desmentidos, porque en Dios, objeto de fe y centro del misterio, no hay principio de contradicción, lo que sí puede suceder es que nuevos hecho pueden conducirnos a una mejor comprensión de los principios y darnos nuevas verificaciones en las deducciones teológica; pienso que es eso lo que intenta demostrar, de algún modo el libro de Keller, y otros científicos, que desde la ciencia empírica han hechos sustantivos y extraordinarios aportes para la explicitación del mensaje bíblico. No se trata de demostrar la vedad científica, sino justificar las verdad de fe.

2. La Biblia tiene una estrecha relación entre texto y mensaje. La Biblia es el Antiguo y el Nuevo Testamento, con todos los libros canónicos, y constituyen en su totalidad la norma de fe de la Iglesia. Dentro de las características teológicas principales de la Escritura está la inspiración, y la inerrancia, dos conceptos bien ligados y que hacen posible afirmar que la Biblia no puede contener error; pues la inspiración divina garantiza la inerrancia (¿puede Dios contradecirse a si mismo?). La historia bíblica que narra la Biblia, es historia sagrada, historia de la salvación, historia de la fe de Israel; conservada y compilada siempre bajo el criterio de la fe. Es leída e interpretada por un pueblo creyente, y la Revelación de Dios se comunica a partir de la interpretación que en este caso Israel hace de su propia historia. Hay quienes buscan en las narraciones bíblicas verdades científicas, o hacen cálculos con episodios bíblicos, sacando predicciones apocalípticas, o concordando eventos históricos profanos con profecías, sembrando el terror mundial. Una cosa es el mensaje que contiene la Biblia y otra es la historia del texto, no están divorciadas, pero sí hay que saber distinguirlos claramente. La ciencia bíblica se ha desarrollado en los últimos doscientos años a partir de los descubrimientos arqueológicos y el análisis de textos antiguos, tales como pergaminos o papiros del Oriente Medio, y que despertaron gran curiosidad en los expertos por la diversidad de nombres para designar a la divinidad en el Antiguo Testamento y las diferencias de estilos y repeticiones, al comparar textos similares, como por ejemplo los dos relatos de la creación (Génesis 1 y 2) y los dos relatos del Diluvio (Génesis 7 y 8). Para despejar las dudas sobre estas sospechas, los estudiosos echaron mano de la metodología histórico-crítica que consiste en el estudio diacrónico, es decir, el estudio que atiende el origen y desarrollo del texto bíblico permitiendo comprender mejor la Biblia, situándola en el contexto de su tiempo y en las mentalidades de sus autores. Muchos creen que la Biblia cayó del cielo, o que es el producto de un cronista, que de principio a fin, fue registrando los acontecimientos según estos se fueron desarrollando. El texto de la Biblia pasó por varios momentos: antes de ser narrado fue vivido, y antes de convertirse en texto, fue transmitido oralmente. En el proceso de textualidad, surgieron pequeñas unidades literarias que se fueron corrigiendo, hasta formar colecciones y luego libros. Parte de este proceso fueron las copias, las correcciones, las interpolaciones, las añadiduras etc. Tanto el texto hebreo como el texto griego del N.T, contienen al pie de página un “aparato crítico” que puede dar cuenta, con seriedad y rigurosidad exegética, de las variantes textuales y criterios en el proceso de selección del texto más antiguo. Con el objeto de seguir un método riguroso de análisis científico en el proceso de formación del texto de la Biblia, la metodología histórico-crítica, se sirvió de la crítica textual, la crítica literaria, historia de las formas, historias de la redacción y los criterios de historicidad, para aproximarse a la verdad más primitiva del texto. Frente a esto, los análisis críticos que cotejan el texto más antiguo, hurgando en papiros y pergaminos, entre cientos de variantes y miles de manuscritos unciales, procuran aproximarse al sentido original del mensaje de los textos, extrayendo la verdad que Dios quiere revelar al lector creyente para su salvación. La ruptura entre mensaje y texto pone en serio riesgo la verdad revelada, pues su divorcio distorsiona el mensaje y hace decir a la Biblia lo que ella jamás ha dicho.


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